La Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal había acordado ya en abril de 2021 la creación de una comisión de trabajo dedicada a la pastoral de las personas mayores, dependiente de la Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida, acogiendo la propuesta del papa Francisco de profundizar en esta pastoral y en un momento en el que en la sociedad había emergido una especial sensibilidad hacia los mayores tras el shock que supuso la pérdida de muchos de nuestros ancianos durante la pandemia del Covid-19.
El documento presentado en la mañana de hoy es un punto de partida para consolidar los trabajos que, desde múltiples realidades eclesiales, se desarrollan en el mundo de los mayores y poner en marcha, allí donde sea necesario, ese servicio pastoral a los ancianos, reconociendo el don que suponen para nuestra Iglesia.
De este modo, el documento propone varias ideas de partida. Por un lado, la visión respetuosa y llena de admiración ante la ancianidad que nos muestran la Escritura y la más antigua tradición cristiana, en la que se subraya la profunda vinculación de las personas mayores con sus familias, contrasta con la realidad que se nos impone en los albores del tercer milenio que nos toca vivir.
Por otro lado, en lo relativo a la dimensión social se evidencia que los mayores han perdido visibilidad: no gusta lo viejo, parece que la ancianidad es una enfermedad contagiosa, se ha pasado de una gerontocracia a una dictadura de la eterna juventud, etc. En nuestra sociedad, donde va creciendo la cultura del descarte y la exclusión de las personas poco productivas, que suelen ser las más vulnerables, y donde van cambiando las condiciones familiares, políticas y sociales, no siempre «la riqueza de los años» es entendida como la bendición de una larga vida, es decir, como un don, sino como una carga.
Finalmente, es una llamada a todos, invitados a estimar y valorar a las personas mayores, a ayudarlas en sus necesidades pastorales y acompañarlas para que puedan ser protagonistas de su propio acompañamiento pastoral, impulsando su rol activo en la Iglesia y en la sociedad.
Los obispos de la Subcomisión definen la ancianidad como un tiempo de gracia, que puede ser de especial vitalidad. “En la vejez –destacan- la esperanza no nos instala en la pasividad, sino que hasta el último momento tenemos la oportunidad de ser testigos de aquel que se hizo hombre para salvarnos”. Y, en este sentido, invitan a realizar una pastoral en una doble dirección: una pastoral para las personas mayores “a través de nuevos instrumentos que ayuden a escucharlas, a educar para asumir dicha etapa de la vida, entendiéndola como una nueva oportunidad, aunque todo esto traiga consigo una respuesta revolucionaria, tanto social como pastoral, de la que hoy nuestra sociedad está tan necesitada y que las nuevas generaciones agradecerán de manera inestimable”; y una pastoral de las personas mayores en dos ámbitos de actuación, con las nuevas generaciones, custodiando las tradiciones y transmitiendo a los niños y jóvenes la fe, y con sus coetáneos, a través del acompañamiento espiritual y el testimonio de vida con sus semejantes.