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Domingo XXX Tiempo Ordinario – C

Publicado:
20 octubre, 2022
Imagen: "El fariseo y el publicano". Ilustración de Gustave Doré para la Biblia (1865)

«Pequeños, pobres y testigos» (Lc 18,9-14)

La Palabra de Dios de este XXX Domingo nos centra la Liturgia en la actitud de pobreza, económica y espiritual, como privilegio para llegar a Dios. Dios tiene una delicadeza especial y un trato especial para con los pobres y los que cuentan y se sienten necesitados de Él. 

Dice Si 35,12-14.16-18 que los gritos del pobre atraviesan las nubes. Dios escucha presto la voz de los pequeños: de los pobres, los oprimidos, los huérfanos, las viudas… que son las figuras que la tradición bíblica sitúa como aquellos que han puesto sus vidas en manos de Dios, porque no hay nadie que les sostenga si no es Dios mismo. 

El Evangelio de Lucas, en la perícopa de la oración del publicano y del fariseo (LC 18, 9-14) manifiesta la doble actitud de la oración del creyente delante de Dios. Por un lado está el fariseo orgulloso de su saber hacer y de su cumplimiento riguroso de las normas religiosas de la época. Es tal su actitud delante de Dios que pareciera que Dios mismo tiene que aplaudir su forma de vida, aunque en el fondo sólo manifiesta esa soberbia del que no necesita de Dios para salvarse. Soberbia que le lleva incluso a despreciar a los demás. 

En la “parte de atrás” del templo, sin ni siquiera atreverse a levantar la cabeza, está el publicano (recaudador de impuestos, y por tanto con fama de ladrón). Su actitud es la del sencillo y pequeño que sabe que sólo con Dios, y desde su misericordia, puede vivir su compromiso religioso. Su pobreza espiritual, su no saber hacer sin Dios, es lo que encuentra la justificación, la salvación de Dios, como dice Jesús. Qué Dios más sorprendente que no pone el acento en las obras de piedad, sino en la actitud del creyente y en la misericordia del Padre. 

En una sociedad satisfecha, que se sabe sin necesidad de Dios siguen faltando testigos que muestren la necesidad de Dios para construir un mundo más vivible que el que tenemos. 

En esta Jornada del DOMUND se nos invita a SER TESTIGOS del resucitado, a recordar que  en pleno siglo XXI sigue habiendo muchas personas que todavía no han oído hablar de este  Dios, que aún sabiéndose Padre de todos, tiene una predilección especial por los más  pequeños y los más pobres. Nos toca anunciar a ese Dios que hemos conocido y ser testigos de Él.

Emigdio del Toro Medina,
Sacerdote Diocesano y delegado diocesano para las Misiones y Cooperación con las Iglesias.

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