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Domingo III de Adviento – A

Publicado:
9 diciembre, 2022
"San Juan Bautista". Francisco Pacheco. Hacia 1608. Óleo sobre tabla. Museo Nacional del Prado.

“El que había de venir” (Mateo 11, 2-11)

El tercer domingo de adviento seguimos escuchando a Isaías que proclama el mundo nuevo que está por llegar de mano del mesías esperado. El profeta insiste “Volverán los rescatados del Señor, vendrán a Sion con cánticos: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán” (Is 35, 10).

Que se haga realidad el proyecto de Dios es fuente de consuelo y alegría. Consuelo porque el camino fue duro, aunque necesario. Cada tropiezo, cada obstáculo, supuso un desafío que puso a prueba la confianza del creyente, del que espera, del que ama. En esas pruebas nos hicimos más fuertes o nos desmoronamos por falta de raíz y cimiento. Nos pudieron los afanes de la vida, la seducción de las riquezas o simplemente desoímos a quien venía a nuestro encuentro para mostrarnos el camino a casa, al hogar del Padre. O nos fortalecimos en el silencio del desierto en el que su voz resuena y nos despojamos, y maduramos, y crecimos.

Cuando los discípulos de Juan preguntan a Jesús, su respuesta puede parecer incluso brusca. Contadle lo que estáis viendo y oyendo. Juan comprenderá lo que esto significa, será capaz de ver lo que está oculto a simple vista. El plan de Dios no se hace presente desde el poder y la gloria sino desde el servicio, empezando por el servicio a los humildes. El elogio de Jesús a Juan nos interpela, ¿qué estamos buscando? ¿La magnificencia, el lujo, el brillo, necesariamente pasajero, de los poderosos? Resulta que Dios viene en lo pequeño y la Verdad se oculta en lo humilde. ¿Seremos capaces de verlo? ¿Dejaremos que ese “espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor” (Is 11, 2) nos revele de dónde nos viene la verdadera salvación o dónde está realmente Dios?

Alegría porque en medio de las dificultades del camino fuimos encontrados los que andábamos buscando y, como aquel que encontró el tesoro en el campo, elegimos al que nos rescató.

Es adviento, Él te busca, Él viene, Él se revela de formas insospechadas para que lo reconozcas, recibiste su espíritu para poder hacerlo. Ponte en marcha, pongámonos en marcha hacia el que viene.

Rafael Benítez Arroyo,
Sacerdote Diocesano y Delegado Diocesano para las Comunicaciones Sociales

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