La celebración de las Cruces de Mayo es una tradición generalizada en muchos puntos de la geografía onubense. Los rituales y las fiestas suelen representar y activar el vínculo del hombre con lo natural y lo sobrenatural. Ello es posible conocerlo y experimentarlo en pueblos como Berrocal, Almonaster la Real o Alosno, los tres enclavados en la comarca del Andévalo, donde se ponen en acción diversidad de símbolos que expresan poéticamente la resurrección vital, la llegada del buen tiempo, la esperanza por las cosechas venideras. Y crean un marco para que se expresen los sentimientos y las emociones que ese momento propicia entre la gente.
Algo más al sur, en la comarca del Condado de Huelva apenas hay localidades que no estén inmersos cada mes de mayo en la Fiesta de la Cruz: Bonares, Villarrasa, Villalba del Alcor, Rociana, Lucena del Puerto ofrecen escenografías ricas en imágenes que dejan ver una particular manera de celebrar el triunfo de la primavera. Y en el corazón de dicha comarca, elpueblo de La Palma del Condado se identifica y señala por la devoción a sus Cruces de Mayo que procede al menos del siglo XIX, cuando los vecinos y familiares levantaban en los portales y corrales donde vivían sencillas cruces públicas decoradas con flores y romero del campo y la festejaban con música y folklore típicos de la tierra en torno al día 3 de mayo en que se conmemora la Invención de la Santa Cruz. Toda esa fiesta pagana iba unida a una singular mescolanza de ritos cristianos, de manera que lo secular o profano se adapta a la religiosidad y han sabido mantener su sacralidad, es decir, su carácter incuestionable de manera que el culto a la Santa Cruz de Cristo está incardinado al orden natural de las cosas. Así se entiende la algarabía de las fiestas cruceras de La Palma en la que confluyen perfectamente la diversión y la alegría desbordada con la celebración sagrada, todo ello capitalizado en dos hermandades canónicamente establecidas que recogen esa herencia cultural y popular: la de la Cruz de la Calle Sevilla (Lám. 1), con Reglas desde 1903, y la de la Cruz de la Calle Cabo (Lám. 2), desde 1986.
Las dos Cruces dividen el calendario y el espacio social y territorial en “mitades”, cada orbe se configura en lugares de encanto que giran en cada calle alrededor de sendas capillas donde se venera durante todo el año el icono del Santo Madero. Junto a las capillas cada casa-hermandad reúne un verdadero catálogo artístico de cerámicas, vidrieras, herrajes, pinturas, aparte del valioso tesoro formado por piezas, insignias y objetos de cultos de talla, bordado y orfebrería realizados por los más afamados artesanos y talleres sevillanos del último siglo. Además, se acompaña de un repertorio de coplas, músicas e himnos procedentes de la tradición oral, que son ya un verdadero patrimonio cultural de La Palma.
La celebración de las fiestas estructura el mes en dos quincenas, una para cada Cruz, durante las que se intensifican los preparativos de hermanos, simpatizantes y devotos que sueñan todo el año con la llegada de los días grandes de actos y cultos y vivirlos así en la calle con gran participación de familiares, amigos, vecinos y visitantes que quieran sumarse a ellos. El esquema de los festejos que desarrolla esta manifestación de la religiosidad popular es muy simétrico pues ambas Fiestas de las Cruces son protagonizadas por un cortejo de Reina y Damas, que junto a las Juntas directivas lucen en todos los actos que se organizan: arranque con la llegada de Bandas Militares (Brigada de paracaidistas y Legión Española) el viernes, el Rosario por las calles o la Ofrenda Floral a la Patrona la Virgen del Valle, la presencia en elegantes carrozas en los Romeritos del sábado junto a multitud de caballería y carruajes llenos de gente que cantan, comen y beben por un recorrido urbano, y sobre todo la Exaltación de la Cruz al paso y, tras la Función de Iglesia, Procesión de la Santa Cruz el domingo en sus artísticos pasos procesionales acompañadas de un gentío agrupado en torno a ella que no deja a lo largo del recorrido de piropearla y lanzarles vivas junto al sonido constante de la flauta y el tamboril y las marchas y sones de destacadas bandas de música invitadas para la ocasión. Es el momento en que cada uno de los colectivos cruceros marca su identidad y se muestran unidos y fuertes para exhibir el liderazgo y protagonismo que otorgan a la imagen de su Santa Cruz, de ahí que todo realce, ornamento y exhibición, en solemnidad litúrgica, ornatos, indumentarias, flores, cohetes, agasajos, sea poco.
En mayo, La Palma, pueblo señorial declarado Conjunto Histórico-Artístico y cuna de viejos vinos, vinagres y brandys, espera al visitante para mostrar lo mejor de sí misma en unas fiestas llenas de belleza y de fervor popular que se disfrutan en las calles, en cada plaza o esquina donde espontáneamente surge la emoción y el gesto hospitalario de una gente que ha sabido conservar con sentimiento hondo y cierto la herencia de sus antepasados. Ven a vivirlas.
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Juan Castizo Reyes,
Licenciado en Historia
y Archivero Municipal de La Palma del Condado