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Las Rogativas

Publicado:
12 mayo, 2023
La bendición del campo en 1800 | Óleo sobre lienzo | Museo del Prado (Madrid)

El papa San Pablo VI, al aprobar las Normas universales sobre el año litúrgico y el nuevo calendario romano general, pretende adaptar las diversas celebraciones que constituyen el año litúrgico a las directrices dadas por el Concilio, tanto en lo que respecta a la ordenación del Propio del tiempo y de los Santos, como a la revisión del Calendario Romano.

En los números 45 al 47 se establecen los principios generales sobre la celebración de las Témporas y las Rogativas. El papa faculta a las Conferencias Episcopales para que adapten estas celebraciones, teniendo en cuenta las peculiaridades de cada pueblo o nación.

Aunque las Rogativas tienen un origen anterior, la tradición atribuye su institución a San Mamerto, obispo de Viena, hacia el año 470. Se celebraban, en los tres días anteriores a la fiesta de la Ascensión del Señor. Las Rogativas siempre iban acompañadas de una procesión con letanías hacía alguna iglesia a las afueras de las ciudades, con el fin de impetrar la misericordia divina ante las calamidades o carencias sufridas en aquella región. A finales del siglo V se institucionalizan, pasando a formar parte de los ritos contenidos en los libros litúrgicos. El papa León III las estableció para Roma y pronto se extendieron a todo el Rito Latino.

El significado espiritual de las Rogativas lo encontramos en las palabras de Jesús que recoge el evangelio según san Juan (16, 23-24): “En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa.”  Animada por estas palabras de Jesús, la Iglesia instituyó las Rogativas, reconociendo en el Divino Salvador la única mediación posible ante el trono de Dios.

A lo largo de los siglos el pueblo de Dios ha celebrado procesiones de Rogativas, en situaciones de graves carestías, implorando la misericordia de Dios. En estas procesiones la intercesión de los santos es una constante, pues son invocados al cantar o rezar las letanías. La que es considerada “toda santa”, santa María la Virgen, ocupa un lugar destacado, por ser contemplada por la Iglesia como la gran intercesora ante su Hijo. (Cf. Jn 2, 1-11)

El Concilio Vaticano II al hablar de la maternidad de María en la Economía de la Salvación, afirma que: “Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada. Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. Lo cual, embargo, ha de entenderse de tal manera que no reste ni añada a la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador. (Cf. Lumen Gentium n. 62)

Al procesionar en solemne Rogativa, junto a la Santísima Virgen de la Cinta, el pueblo de Huelva, con su Pastor a la cabeza, desea impetrar de Dios, Todopoderoso, el don tan necesario de la Lluvia. Los ojos del Pueblo de Dios que camina en Huelva miran a la Madre y la Madre conduce los ojos de sus hijos hacia su Hijo, Jesucristo, el Señor. ¡Que por su mediación se rieguen los campos!

En sintonía con la tradición de la Iglesia, a nosotros nos corresponde elevar por intercesión de María, nuestras suplicas a Dios. Pero también es nuestra obligación, como buenos cristianos, hacer un uso responsable del don del agua. El papa Francisco nos advierte seriamente de la obligación que todos tenemos en la administración de los recursos naturales (Cf. Laudato si, n. 27). En esta Rogativa pidamos al Señor el don del agua, que es tan necesaria, y al mismo tiempo, que nos dé un corazón capaz de administrarla.

Delegación diocesana para la Liturgia.

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