El obispo de la Diócesis de Huelva, Santiago Gómez, presidió ayer, 7 de octubre, la misa de apertura del nuevo curso pastoral en la capilla del Seminario Diocesano.
En su homilía hizo referencia a que “cada uno de nosotros hemos sido nombrados profetas”, para cumplir la misión de “transmitir la voluntad de Dios”. Pero “el profeta no habla solo con la Palabra, sino que su vida tiene que ser un testimonio de esa Palabra”, y añadió que “el profeta no saca provecho de la Palabra que tiene que transmitir sino que, muy al contrario, con mucha frecuencia tiene que sufrir a causa de ella”. D. Santiago Gómez señaló que todo eso también cuenta para nosotros y que la condición ineludible para que seamos profetas, cada uno desde su vocación, “es la conversión personal”. Tenemos que mostrar que “queremos vivir el Evangelio o estamos en camino de vivir ese Evangelio que anunciamos y, de esa manera, seremos profetas y testigos”. Para todo ello, “debemos intensificar nuestra vida espiritual”, a través de la oración y de la participación en los sacramentos “sin tiempos realmente dedicados al Señor difícilmente podremos avanzar en esta conversión que a todos se nos pide”. Por tanto, subrayó, “somos profetas y testigos y tenemos que mostrar la experiencia de lo que transmitimos, el encuentro con el Señor”.
Mons. Gómez Sierra hizo también un llamamiento a que “todos pongamos todo lo que está de nuestra parte por intensificar la comunión eclesial, porque si no vivimos las tareas de las que somos responsables en la vida diocesana con espíritu eclesial y con sentido realmente diocesano, haremos equipos y grupos muy compactos con el líder de ese grupo, con el responsable de una delegación o secretariado, pero difícilmente haremos Iglesia, porque para crecer como Iglesia particular necesitamos cuidar la comunión eclesial, en la fe de la Iglesia, en la disciplina y en el afecto”. Debido a la situación que vivimos actualmente por la Covid-19, el Obispo apuntó la necesidad de “buscar con creatividad la manera de no aflojar en la forma de cultivar las relaciones entre nosotros”.
Otro aspecto en el que reparó D. Santiago Gómez fue en la presencia pública de todos los cristianos. “Tenemos que tener siempre el convencimiento profundo como cristianos de que nada de lo que hace la Iglesia deja de tener una repercusión pública, para bien o para mal”. Así, “la celebración de los sacramentos es fuente de fraternidad y cuando incluso yo me pongo a rezar solo es fuente de testimonio y de acción publica de la Iglesia. No hay nada, por íntimo que sea, que no repercuta para bien o para mal en la vida de la Iglesia”. La catequesis, la caridad y todo aquello que hagamos…, “cuando estamos fortaleciendo la vida de la Iglesia también estamos haciendo y sirviendo a la vida y a la situación social en la que vivimos”.
Por último señaló los tres ejes que se han propuesto para este curso 2020-21:
- El análisis de la vida diocesana y de la situación de la diócesis con mirada de discernimiento (análisis DAFO).
- La catequesis y el anuncio explícito de Jesucristo, que tiene que estar presente en cualquier actividad de la vida diocesana.
- La continuación del post congreso de laicos.
Antes de la celebración de la misa de apertura de curso, D. Santiago Gómez asistió a inauguración del curso de Centro Diocesano de Teología, Pastoral y Espiritualidad, en la que reflexionó sobre la importancia de la formación teológica en los seglares. En este sentido, afirmó que “tenemos que reconocer que tenemos un déficit importante de pensamiento, de palabra y de presencia de los laicos en nuestra sociedad” y aclaró que “a lo mejor también de los pastores”, pero hablaba de laicos porque era la misión de estos la que estaba abordando. Por tanto, “es urgente subrayar que lo propio de la vocación laical es el empeño por pensar, orientar y actuar en los asuntos de este mundo desde la lógica del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia y esto no excluye, sino que exige que en la vida interna de la Iglesia en todos los campos, la presencia, el protagonismo de los laicos y sus responsabilidades crezcan también en el ámbito eclesial”. “Decir que la vocación fundamental de los laicos es la edificación de una sociedad iluminada por el Evangelio o llevar el fermento del Evangelio a la vida social no supone pensar que en el ámbito interno de la comunidad cristiana no tiene nada que decir”, destacó.