El Seminario Diocesano acogerá este sábado, 13 de marzo, a partir de las 10.30 h., el encuentro de diáconos permanentes con el obispo de la diócesis, Santiago Gómez. En esta cita los diáconos presentarán la labor que desempeñan en las diferentes parroquias y servicios diocesanos en los que están presentes y dialogarán con el obispo sobre la organización y coordinación de este ministerio en adelante.
Uno de los grandes logros del Concilio Vaticano II fue la de reinstalar el diaconado permanente que tanto servicio prestó a la Iglesia desde la época apostólica y hasta el momento en que, por razones que no vienen al caso, desapareció de la Iglesia.
De los tres grados de la jerarquía: episcopado, presbiteriado y diaconado; éste último es el grado inferior. Desde los comienzos de la Iglesia, los diáconos han estado directamente vinculados a los obispos, como estuvieron vinculados a la labor y misión de los apóstoles, según consta en la narración que hace San Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles.
Tal era la vinculación de los diáconos con los obispos que éstos les acompañaban en los concilios. Incluso, en algunos casos, llegaron a representarles.
Desde hace siglos, en la Iglesia el diaconado era el paso obligado y transitorio para acceder al sacerdocio. Sin embargo, en los comienzos de la Iglesia no fue así: el diaconado existía como estado permanente. Santos tan importantes en la historia de la Iglesia como el protomártir –primer mártir– San Esteban, San Vicente mártir, San Lorenzo o San Francisco de Asís fueron y murieron como diáconos. Quisieron vivir como diáconos y desde este ministerio testimoniaron su fe.
La misión específica del diácono es la de ser sacramento que haga presente en el mundo la figura de Jesucristo, Servidor y Siervo, “que no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mc 10,45). De la misma forma, el sacerdote y el obispo son sacramento de otros ministerios de Cristo, aunque sus grados superiores no les anula su servicio diaconal. De hecho, cada grado superior no anula al inferior, sino que lo asume. Así, los tres grados representan el sacramento del servicio, aunque la diferencia es que en el diácono éste es exclusivo y específico.
En los diáconos permanentes hay dos figuras distintas: célibes y casados. Los casados tienen que estarlo antes de recibir el orden diaconal, con el consentimiento de la esposa. Esto quiere decir que los diáconos permanentes célibes no pueden casarse después de haber sido ordenados. Del mismo modo, los diáconos permanentes casados no pueden volverse a casar si enviudan.
Francisco Javier Vélez,
diácono permanente