Queridos hermanos y hermanas:
La próxima celebración de la solemnidad de la Encarnación del Señor nos trae la Jornada por la Vida, que en esta ocasión tiene como lema «Acoger y cuidar la vida, don de Dios». En una sociedad que dice caminar hacia el progreso parece mentira que tengan que celebrarse jornadas como ésta. Pero esa es la realidad. No sólo se amenaza la vida desde el instante mismo de su concepción, sino que ahora también se aprueban leyes que desprotegen el final de la vida.
Dice el papa Francisco, en su Mensaje para esta Cuaresma, que hemos de tomarnos tiempo «para amar a los más pequeños e indefensos, a los abandonados y despreciados, a quienes son discriminados y marginados» (nº 2). Entre esos pequeños e indefensos están las personas que llegan al final de su vida, muchas veces en condiciones de vulnerabilidad extrema, y a las que las leyes dejan desprotegidas en cuanto a sus derechos. Estoy hablando de la eutanasia, que, cada vez más, a nivel mediático, se nos quiere presentar como un “derecho”.
En este sentido me vienen a la mente unas recientes palabras del Santo Padre al respecto: «Debemos acompañar a la muerte, pero no provocar la muerte o ayudar cualquier forma de suicidio. Recuerdo que se debe privilegiar siempre el derecho al cuidado y al cuidado para todos, para que los más débiles, en particular los ancianos y los enfermos, nunca sean descartados. La vida es un derecho, no la muerte, que debe ser acogida, no suministrada. Y este principio ético concierne a todos, no solo a los cristianos o a los creyentes (…). Por favor, no aislar a los ancianos, no acelerar la muerte de los ancianos. Acariciar a un anciano tiene la misma esperanza que acariciar a un niño, porque el inicio y el final de la vida son siempre un misterio, un misterio que debe ser respetado, acompañado, cuidado, amado» (Audiencia, 9-II-2022).
La presente Jornada por la Vida en nuestra Diócesis quiere ser un grito a favor de la vida, de toda vida, desde el primer instante de su concepción hasta su muerte natural. También quiere ser una voz profética en una sociedad a la que en parte le rechina este mensaje. En esta ocasión, quiere ser un llamado a la responsabilidad de todos los miembros del Pueblo de Dios, para que se unan a esta voz de la Iglesia, tan urgente y necesaria en estos momentos. Lo haremos de una forma concreta, con la campaña de la firma del Testamento Vital. La Delegación de Familia y Vida de nuestra Diócesis lo promoverá, enviándolo a todas las parroquias. Desde aquí hago un ruego a los párrocos, a los todos los sacerdotes y diáconos, para que se le de máxima difusión y se acoja con cariño esta iniciativa.
Que la Virgen Santísima, que acompañó a Jesús en la Cruz, nos ayude a acompañar, cuidar y amar a los hermanos y hermanas que están en la prueba del dolor y en los momentos finales de su vida.
Con afecto os bendigo.
✠ Santiago Gómez Sierra,
Obispo de Huelva