Queridos hermanos y hermanas:
«Levántate y ponte en camino» es el lema para la campaña del Seminario de este año que la Iglesia celebra el 19 de marzo, Solemnidad de San José. Con esta carta pretendo animar en todos, desde los sacerdotes a cuantos formáis parte de las comunidades cristianas en nuestra diócesis, un espíritu evangelizador y comprometido con la pastoral vocacional para que juntos contribuyamos a que sigan floreciendo jóvenes dispuestos a responder al don de la vocación sacerdotal.
En la sociedad actual, a pesar de tantas contradicciones, podemos encontrar una sed de justicia y de paz muy difundida e intensa; una conciencia viva del cuidado del hombre por la creación y por el respeto a la naturaleza; una búsqueda abierta de la verdad (PDV, 6). De una manera especial, en los jóvenes se pueden apreciar el deseo de Dios, aunque no tenga definidos todos los contornos del Dios revelado, el sueño de la fraternidad, la necesidad de figuras de referencia y la sensibilidad ante los problemas sociales y las injusticias (PFS, 41-43).
El lema elegido para este año, «Levántate y ponte en camino», muestra la permanente insistencia de Dios por levantar al hombre que, una y otra vez, cae y se aparta del proyecto de vida que Él le ofrece. En este sentido, los creyentes no podemos olvidar que la caída no es definitiva mientras que la gracia de Dios, salvadora y regeneradora, siempre permanece. Los sacerdotes, continuadores del ministerio confiado por Jesús a los apóstoles y elegidos no por algún mérito particular sino por la participación gratuita en la gracia de Cristo, prolongan en la historia, hasta el final de los tiempos, la misma misión de salvación de Jesús en favor de los hombres (PDV, 14).
Así, los seminaristas no solo se han levantado y se han puesto en camino, sino que también se preparan para ayudar a levantarse y acompañar en el camino a muchos, insertos en las comunidades cristianas.
Si recorremos el ministerio público de Jesús con atención, sus gestos, sus milagros, su modo de estar con los discípulos, contemplaremos como el Señor se inclina ante aquel que está postrado para decirle una palabra de vida y ponerlo en pie. En nuestro entorno, no son pocas las personas que necesitan ser levantadas, rescatadas, restauradas en su dignidad y devueltas al camino. La Iglesia no puede vivir sin el sacramento de la Penitencia que restituye y sin la Eucaristía que alimenta; y para ello son necesarios los sacerdotes que, viviendo su propia vocación, se llenan y son cauces de la misericordia y el amor de Dios.
Como Obispo de Huelva, no puedo más que agradecer a Dios la vocación de los sacerdotes que sirven en nuestra diócesis, así como la generosidad de nuestros seminaristas, a quienes acompaño y animo a seguir configurándose con Cristo Buen Pastor. Os pido que todos –sacerdotes, religiosos, seminaristas y laicos–, agradezcamos a Dios Padre que, en su Hijo, nos ha llamado a vivir siempre con el corazón levantado, como decimos en la liturgia de la Eucaristía, y que nos ha dado a cada uno una vocación preciosa para la edificación y misión de su Iglesia. Vocación que, de un modo u otro, siempre tendrá como horizonte el servicio. Así, en esta jornada de oración por las vocaciones al sacerdocio ministerial y por el Seminario, pidamos al Señor de la mies «que mande obreros a su mies» (Cfr. Mt 9,38) y, al mismo tiempo, comprometámonos en ayudar, descubrir y acompañar nuevas vocaciones para nuestra diócesis de Huelva.
Con mi afecto y bendición,
✠ Santiago Gómez Sierra
Obispo de Huelva
