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“Lo que los hombres hacen con las palabras es limitado; lo que Dios consigue con su Palabra no conoce límites”

Publicado:
22 enero, 2021

Entrevista al sacerdote Isaac Moreno Sanz, doctor en Teología Bíblica por la Universidad Gregoriana, párroco de San Juan del Puerto y profesor de Sagradas Escrituras en el Seminario Diocesano, con ocasión del Domingo de la Palabra de Dios.

1. Cuando la Iglesia dedica un día extraordinario es porque quiere subrayar la importancia que tiene un determinado aspecto o dimensión de la fe para la vida ordinaria de los creyentes. ¿Ocupa la Palabra de Dios en la Iglesia y en la vida de los creyentes el lugar que le corresponde?

Efectivamente, acabamos de comenzar el Tiempo Ordinario, este año supone un nuevo reto, en cierta manera un desafío, por todas las circunstancias adversas que estamos viviendo, pero también se presenta cargado de oportunidades. Efectivamente, el Domingo de la Palabra de Dios, iniciativa del Papa Francisco, tiene como objetivo revitalizar la lectura y la escucha de la Sagrada Escritura que es «intensamente vital para nuestra identidad».

La Palabra de Dios continúa suscitando en nuestro tiempo un vivo interés y sigue siendo necesario acercarnos sin prisas, establecer un diálogo y hacerle preguntas. Leer un texto bíblico no es tarea fácil, pero se presenta siempre de manera apasionante. Esta Palabra es el medio por el cual Dios se ha comunicado con el hombre, revelándose a sí mismo y revelando al hombre al propio hombre.

Volviendo a la pregunta sobre el lugar que ocupa la Palabra de Dios en la Iglesia y en la vida de los creyentes, es posible afirmar que muchos cristianos manifiestan un profundo interés en el conocimiento de la Biblia. No en vano, son muchos los grupos y cursos bíblicos que se siguen impartiendo, aunque no lleguen a todos. Personalmente, cada vez que profundizo en algún texto, doy alguna charla o curso, constato una gran acogida. La Biblia es considerada sagrada por más de tres mil millones de personas, espero y confío en que muchos de ellos puedan estudiar sus textos, profundizar en sus enseñanzas y creer en el Dios que se manifiesta en las páginas de la historia de la Salvación.

2. A partir de la constitución ‘Dei Verbum’, del Concilio Vaticano II, la Iglesia ha venido haciendo un esfuerzo especial para acercar la Palabra de Dios al pueblo. [Traducciones a lenguas vernáculas, proliferación de estudios bíblicos, iniciativas como la lectivo divina fuera de los límites monacales –experiencia que ha arraigado en nuestra diócesis con los grupos de lectura creyente–, etc.] Desde tu propia experiencia como párroco, ¿los cristianos nos relacionamos suficientemente con la Palabra de Dios?

La Biblia es, con diferencia, el libro más divulgado, más traducido, más vendido y más estudiado de la Historia. Cuando se contemplan las diferentes obras de arte, independientemente de los estilos o épocas, se deja ver un profundo trasfondo bíblico que abarca desde la  poesía de San Juan de la Cruz al Cristo de Velázquez; desde la Capilla Sixtina al Mesías de Haendel. Sin embargo, los creyentes no podemos quedarnos en la superficialidad de estas manifestaciones, sino ir a la profundidad de los textos, a veces difíciles de interpretar, que han llevado a los artistas a estas manifestaciones artísticas.

Ciertamente la Biblia ha causado muchos beneficios. La Palabra de Dios es capaz de transformar al creyente, pero para ello es necesario una lectura pausada, una escucha atenta, la apertura a la actuación y la confianza en Dios que se muestra a través del texto bíblico. Un pequeño ejemplo del impacto de la Palabra de Dios puede ser Albert Schweitzer, premio Nobel de la paz en 1952, quien vinculó su decisión de convertirse en médico misionero a la escucha de la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro (Lc 16,19-31). Un ejemplo actual es la iniciativa de la lectura creyente de la Palabra de Dios en nuestra diócesis, donde no se pretende, simplemente, leer un texto, sino el encuentro, a través de él, con la aventura de Dios que se hace presente en la vida del hombre.

Las diferentes traducciones de la Biblia han ayudado y siguen ayudando a profundizar más y mejor en la Palabra de Dios. Hace diez años se presentó la traducción oficial de la Conferencia Episcopal Española, fruto de un largo trabajo, ahondado en los textos originales y ofreciendo una nueva versión destinada al Pueblo de Dios, para quien se escribieron los textos sagrados. Me alegra, profundamente, que se hayan preocupado en ofrecer ediciones populares. Del mismo modo, destaco que ya es posible acceder desde la página web de la Conferencia Episcopal Española, de manera gratuita, a toda la Biblia. Es un gran avance, porque no nos olvidemos de que es necesario ofrecer y divulgar gratis, aquello que gratis hemos recibido (cf. Mt 10,8).

Respecto a las publicaciones de estudios bíblicos existe un verdadero mar de bibliografía. Hoy en día, muchos estudios se publican en castellano o son traducidos para la divulgación. Para leer la Palabra de Dios es necesario contar con las herramientas adecuadas, sobre todo, para evitar lecturas fundamentalistas. La Pontificia Comisión Bíblica, en su documento La Interpretación de la Biblia en la Iglesia, alerta sobre los peligros de ciertas lecturas: «El acercamiento fundamentalista es peligroso, porque seduce a las personas que buscan respuestas bíblicas a sus problemas vitales. Puede engañarlas, ofreciéndoles interpretaciones piadosas pero ilusorias, en lugar de decirles que la Biblia no contiene necesariamente una respuesta inmediata a cada uno de sus problemas». En definitiva, es necesario acercarse a la Palabra de Dios, pero también realizar este viaje acompañados, de la mano de la Iglesia, para profundizar en el Rostro de Dios revelado en su Palabra.

3. Como doctor en Teología Bíblica por la Universidad Gregoriana, desde finales del pasado mayo, con una tesis titulada “Comenzando por Moisés… Significado y función de la figura de Moisés en la obra lucana” en clara alusión al pasaje de los discípulos de Emaús–, y desde tu faceta como profesor: en una cultura ciertamente descristianizada en la que el lenguaje bíblico es cada vez menos reconocible, especialmente para las nuevas generaciones, ¿hace falta una nueva pedagogía para explicar hoy el contenido de la Revelación?

No podemos llevarnos las manos a la cabeza si decimos que la pedagogía para explicar hoy el contenido de la Revelación debe actualizarse, pero eso no indica que la Revelación o los textos bíblicos cambien en función de quienes los leen o de la época en la que sean proclamados. La inquietud de Felipe y el etíope no es una cuestión del pasado, sino muy actual: «Le preguntó: “¿Entiendes lo que estás leyendo?”. Contestó: “¿Y cómo voy a entenderlo si nadie me guía?”. E invitó a Felipe a subir y a sentarse con él» (Hch 8,30-31). Es necesario seguir guiando, seguir acompañando en la transmisión de la Alegría del Evangelio, teniendo en cuenta que la Nueva Evangelización es: «nueva en su ardor, nueva en sus métodos, nueva en sus expresiones».

Que la pedagogía deba actualizarse no quiere decir que no haya que aprender del pasado, más bien al contrario, es necesario partir de los esfuerzos, inquietudes e interpretaciones de la Sagrada Escritura que han propuesto nuestros mayores en la fe. Creo que, en este sentido, es conveniente recordar las palabras de san Efrén: «¿Quién es capaz, Señor, de penetrar con su mente una sola de tus frases? Como el sediento que bebe de la fuente, mucho más es lo que dejamos que lo que tomamos. Porque la palabra del Señor presenta muy diversos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian. El Señor pintó con multiplicidad de colores su palabra, para que todo el que la estudie pueda ver en ella lo que más le plazca. Escondió en su palabra variedad de tesoros, para que cada uno de nosotros pudiera enriquecerse en cualquiera de los puntos en que concentrar su reflexión».

Volviendo a la pregunta, una de las inquietudes o problemáticas que abordo en mi tesis doctoral es la relación entre Antiguo y Nuevo Testamento. Los estudios realizados en las últimas décadas proponen una lectura de ambos Testamento en diálogo, de tal manera que es necesario reconsiderar las citas, personajes y acontecimientos tal y como son presentados en el Nuevo Testamento, es decir, desde la continuidad de la Historia de la Salvación. En este sentido, novedad pedagógica y continuidad en la profundización de la Revelación se dan la mano para seguir anunciando el Evangelio y proponiendo la fe cristiana.

4. Hablamos en la Iglesia de la necesaria conversión pastoral y de la llamada a todo bautizado a ser “discípulo misionero”. Pero el Papa recuerda que esto es fruto del crecimiento de la Palabra en el corazón de los creyentes, experiencia que nos llena de alegría para la evangelización. Y es que “nadie da de lo que no tiene”, ¿verdad?

El Evangelio, anunciado por Jesús, es la semilla de la esperanza. A veces esta semilla es sembrada, precisamente, en el corazón del sufrimiento, desde donde brota con mayor fuerza, abriéndose paso entre las rendijas del dolor y el anhelo de bienaventuranza. El crecimiento de la Palabra requiere de nuestro esfuerzo, es decir, de nuestro acercamiento y predicación, una y otra vez, a tiempo y a destiempo (cf. 2Tim 4,2), sin olvidar que requiere de la gracia de Dios, la cual se nos ofrece continuamente.

Como bien indicas, «nadie da lo que no tiene». Si recordamos las palabras del Señor Jesús, recogidas por el autor de Hechos de los Apóstoles: «Hay más dicha en dar que en recibir» (cf. Hch 20,35). Precisamente por eso, debemos alegrarnos en este Domingo de la Palabra de Dios por poder seguir profundizando en las Sagradas Escrituras, por las ganas y la necesidad que tienen los cristianos de nuestra diócesis de Huelva de conocer y profundizar en los textos bíblicos y, en definitiva, por seguir viviendo desde la esperanza las difíciles circunstancias por las que estamos atravesando.

Quisiera terminar con esta reflexión final que tomo de la defensa de mi tesis: «Es necesario conocer lo que la Palabra de Dios desea comunicar a los creyentes, pero más aún, lo que el Dios de Jesucristo pretende cambiar, liberar y salvar con sus acciones. Lo que los hombres hacen con las palabras es limitado; lo que Dios consigue con su Palabra no conoce límites».

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