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El Obispo preside en el Seminario la Eucaristía y el acto académico de apertura de curso del Instituto Teológico San Leandro

Publicado:
27 septiembre, 2022
"De si merece la pena estar vivo y si reproducirse es un error" es el título de la lección inaugural pronunciada por el profesor Juan Diego González

La capilla mayor del Seminario Diocesano ha sido el lugar en el que se ha celebrado esta tarde de martes, 27 de septiembre, la Eucaristía presidida por el obispo de Huelva, Mons. Santiago Gómez, con motivo de la inauguración oficial del nuevo curso académico 2022-2023 del Instituto Teológico San Leandro.

Haciendo alusión al Evangelio, ha indicado que “necesitamos pedir al Señor que nos enseñe a orar, a entrar en esa relación que Jesús tiene con el Padre, empezando por pedir que el Señor nos enseñe a escuchar para acoger la verdad revelada en Jesucristo, que seamos oyentes del Verbo hecho carne; y en segundo lugar, a ser una comunidad misionera porque el mundo espera esa Palabra que es la esperanza de los hombres”.

En esta celebración han hecho profesión de fe y han jurado su oficio como nuevos profesores del Seminario Diocesano los sacerdotes Juan García Cobo, Antonio Cózar Santiago, José Ángel Romero Pérez y Jorge Juan Reyes Macías, SDB.

A continuación, en el salón de actos se ha iniciado el acto académico que ha comenzado con la bienvenida del director del Instituto Teológico San Leandro y rector del Seminario, Isaac Moreno, y la lectura de la memoria del pasado curso, por parte del secretario del Instituto Teológico San Leandro, Cristóbal Robledo.

Posteriormente, se ha procedido a la lección inaugural a cargo del profesor y delegado diocesano para el Apostolado de los Laicos, Juan Diego González, acerca “De si merece la pena estar vivo y si reproducirse es un error”.

En su disertación, el profesor subraya que “la Iglesia católica persevera en mantener la filosofía como un paso necesario en la formación de sus futuros sacerdotes y en la de los religiosos y laicos que quieren estudiar teología. La filosofía nos obliga, y ayuda, a entrar en todos los debates posibles, sin cerrarle las puertas a nadie, por distinto que sea de nosotros. Algo que, sin duda, es de la mayor relevancia en estos tiempos en que estamos siendo llamados a reavivar y afianzar nuestra responsabilidad misionera”.

Asimismo, añade que “ante la fascinación que algunos argumentos de filósofos actuales pueden generar entre los más jóvenes e inexpertos —como los de quienes afirman que no merece la pena estar vivo y que, por tanto, reproducirse es un error—, quien conoce la historia de la filosofía puede aportar serenidad y alternativas. Por eso nuestros estudiantes necesitan —necesitamos todos— volver a los clásicos. Clásicos como G.W. Leibniz, que en sus Ensayos de teodicea (publicado en 1710) insistió en considerar este mundo —creado por un Dios bueno, sabio y todopoderoso— como el mejor de los mundos posibles”.

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