Este miércoles 29 de noviembre, frente a la Iglesia de la Purísima Concepción de Huelva capital, se celebró el Círculo de Silencio, una iniciativa mensual que reúne a personas comprometidas con la defensa de los derechos humanos y la solidaridad con los migrantes y refugiados.
En esta ocasión, el tema central del acto fue la Ciudadanía Universal, un concepto que propone el reconocimiento de la igualdad de derechos y deberes de todas las personas, independientemente de su origen, nacionalidad, religión, género o cualquier otra condición.
El Círculo de Silencio, que comenzó a las 19.00 horas, contó con la participación de varias decenas de personas, que formaron un círculo y guardaron silencio, como gesto de protesta y reflexión ante la situación de exclusión y vulnerabilidad que sufren muchas personas en el mundo.
Además, se leyó un manifiesto en el que se reivindicó la Ciudadanía Universal como una forma de construir una sociedad más justa, fraterna y diversa, donde nadie sea considerado ilegal o extranjero. El manifiesto también denunció las políticas migratorias restrictivas y discriminatorias que violan los derechos humanos y fomentan el racismo y la xenofobia.
El Círculo de Silencio es una acción que se realiza el último miércoles de cada mes en diferentes ciudades de España y otros países, impulsada por diversas organizaciones sociales, religiosas y ciudadanas. Su objetivo es sensibilizar a la población sobre la realidad de las personas migrantes y refugiadas, y exigir a las autoridades el cumplimiento de los convenios internacionales en materia de derechos humanos.
COMUNICADO
COMUNICADO CÍRCULO DE SILENCIO (29 DE NOVIEMBRE DE 2023)
(HOAC DE HUELVA)
La ciudadanía universal es un derecho de cualquier persona, sin excepción alguna. Representa la garantía del acceso a un trabajo digno, así como a todos los servicios sociales, sanitarios y educativos de cualquier país. Constituye además, la base de una convivencia humana en términos de igualdad y en paz.
Sin embargo, estamos viendo como este derecho está siendo vulnerado de manera constante a nivel mundial y, específicamente, en zonas de conflicto y en Europa. En este sentido tenemos que hacer mención a la resistencia de Egipto para abrir sus fronteras con Gaza, por lo que no permite el paso de las personas que huyen de la masacre que Israel está realizando de manera indiscriminada contra la población civil palestina. También, recientemente, la violencia de los colonos israelíes expulsa a los palestinos de sus aldeas en Cisjordania, provocando un nuevo éxodo.
En Europa, en Italia concretamente, el gobierno de Meloni lleva tiempo legislando negativamente para la expulsión de personas migrantes. En estos últimos días, ha elaborado un plan para deportar a migrantes a Albania, mediante la construcción de centros en territorio albanés con capacidad de hasta 3.000 personas, con el objetivo de devolver a personas migrantes rescatadas en el mar por las autoridades italianas. Así mismo, Italia acusa a las ONGs que rescatan a migrantes en el mar o en las fronteras de colaborar con mafias de tráfico de personas, imponiéndoles fuertes sanciones y, en algunos casos, detenciones y juicios que acaban culpabilizándolos. Además, ha endurecido las leyes antiinmigración en las que los menores de 16 años pueden acabar en centros de personas adultas. Esta situación sienta un precedente peligroso para la Unión Europea.
En nuestro país, también siguen ocurriendo hechos y situaciones de racismo y xenofobia. Actualmente, el Ejecutivo ha declarado como emergencia migratoria la llegada masiva de personas migrantes a las costas de Canarias y, ante esta situación, la respuesta de algunos líderes regionales y alcaldes ha sido de carácter xenófobo y discriminatorio -muy distinta a la solidaridad manifestada ante el éxodo ucraniano-. Por ejemplo, la alcaldesa de Pozuelo, donde se encuentra enclavado el centro de acogida de migrantes ucranianos, se negó a admitir migrantes de origen senegalés.
Los gobiernos europeos, incluyendo el español, han cruzado muchas veces la línea roja que separa lo verdaderamente humano de lo que no lo es, considerando la inmigración como un problema y nunca como un derecho fundamental a migrar o quedarse en sus países de origen. Además, tenemos que agradecer el que constituya una solución importante para combatir el envejecimiento poblacional, si se quiere mantener el Estado de Bienestar a medio y largo plazo.
La idea de que las naciones pertenecen a un grupo nativo que ha de protegerse de los de afuera aumenta el racismo, los delitos de odio y la vulnerabilidad de las personas migrantes. Esta convicción de los países hace imposible la existencia de una ciudadanía universal, por consiguiente, tenemos que trabajar para recuperar la dignidad y la libertad de elección que, por el hecho de ser personas, pertenece a todo ser humano.