El centro terapéutico Naim de Punta Umbría ha continuado su labor en medio de la pandemia con algunos residentes. Ahora regresan los internos que decidieron pasar el confinamiento con sus familias en medio de medidas de seguridad concertadas con el centro de salud. Así nos lo cuenta Francisco Echevarría, vicario general y director del centro.
Nos cogió de sorpresa y, cuando nos enteramos, le quitamos importancia. Luego vino la cruda realidad y nos dimos cuenta de que habíamos sido unos inconscientes. Entonces las autoridades nos encerraron en casa para evitar el colapso de los hospitales. El miedo nos hizo dóciles ante el despojo de libertades que ha supuesto el estado de alarma. Así hemos logrado evitar el contagio, solo un cinco por ciento de la población. El coste ha sido grande en muchos campos: en la economía, en la enseñanza, en lo social… Sobre todo, ha sido especialmente doloroso para las familias que han visto marcharse a sus seres queridos, por COVID-19 o por otras causas, sin poderles acompañar en sus últimos momentos ni poderles despedir con una oración. Naturalmente, me refiero al dichoso coronavirus que ha tambaleado todas nuestras seguridades y, sobre todo, nuestra autosuficiencia.
Ahora llega el tiempo de la reconstrucción y será necesario el esfuerzo de todos, aunque mucho me temo que intereses ajenos al bien de la gente puedan dificultarlo o hacerlo inviable.
La tentación de los poderosos es perpetuar, en todo o en parte, la situación de privilegio que les supone gobernar a un pueblo despojado de sus derechos, e írselos devolviendo como reparto de privilegios y prebendas, como regalos, a un pueblo que ha de estarles agradecido, y no como devolución de algo que se les arrebató. Es como si hubiera que agradecer a Hacienda que nos devuelva algo que nos cobró indebidamente.
La tentación del pueblo es declinar su responsabilidad, sacrificándola en el altar de la seguridad. Si antes ha habido confinamiento, ahora debe haber unión de voluntades en la búsqueda del bien común, sobre todo de los más débiles, fortaleza y esfuerzo en la recuperación y, sobre todo, una gran responsabilidad.
Me he permitido esta reflexión como prólogo de lo que sigue: el relato de cómo hemos vivido toda esta crisis en Naim y cómo afrontamos el reto que tenemos ante nosotros.
Cuando se anunció lo que venía, informamos a los residentes de la situación que se iba a crear y les dimos la posibilidad de elegir entre permanecer en el centro, naturalmente confinados, o hacerlo en familia. Quienes tenían mujer e hijos prefirieron hacerlo en su casa para compartir con la esposa el cuidado de los niños. Otros prefirieron estar con sus padres y otro grupo optó por permanecer en el centro. A los que optaron por hacerlo fuera se les informó que el retorno no sería posible hasta que las circunstancias y las autoridades lo permitieran y siguiendo un protocolo de seguridad.
El grupo que permaneció en el centro ha seguido el ritmo normal de trabajo y terapia. Incluso hemos tenido algún alta, naturalmente en la intimidad, es decir, sin la presencia de los familiares y amigos pues no estaban permitidas las visitas. Habíamos iniciado una serie de reformas, como el arreglo de la cocina, que se han completado, y hemos aprovechado para otras mejoras. Evidentemente, una de las tareas que ha ocupado bastante el tiempo de trabajo ha sido el cuidado de la huerta porque, al empezar el confinamiento, las hortalizas estaban floreciendo y ha habido que recogerlas.
La terapia personal y de grupo ha seguido. Yo he almorzado y cenado en el centro y eso nos ha permitido sobremesas muy “substanciosas” sobre los temas más diversos. Hace poco nos hicimos los test, tanto los residentes como los monitores y yo mismo, y, gracias a Dios, todos dimos negativo.
Ahora, en esta fase, iniciamos el regreso de los que se fueron y la incorporación de nuevos residentes. Estamos siguiendo un protocolo concertado con el centro de salud de manera que, antes de entrar, deben hacerse el test. Si dan positivo, tendrán que hacer la cuarentena en su domicilio. Si dan negativo, podrán regresar, pero serán sometidos a medidas de protección durante un tiempo. La reincorporación será paulatina. Los nuevos ingresos seguirán el mismo protocolo si son de la provincia de Huelva. Los de otras provincias podrán hacerlo cuando esté permitido.
Somos conscientes de que se abre para nosotros una etapa que va a requerir esfuerzo y sacrificio. Las dificultades económicas irán apareciendo como es de prever. Pero sabemos que el Señor tocará el corazón de nuestros amigos y bienhechores y saldremos adelante como siempre hemos hecho. Tenemos experiencia de cómo la solución viene de lo alto en los momentos críticos. Pero ahora, toca arremangarse y mancharse las manos con la tierra de la realidad para hacerla fecunda y sacar lo bueno que encierra. Es un deber y una necesidad. Como dicen los jóvenes en la filosofía que se recita cada día antes del almuerzo: “Dios sea mi guía y su fuerza, mi fuerza”.
Todo este sacrificio y esfuerzo no habrá sido en vano, si sabemos aprender la lección. De hacerlo, saldremos fortalecidos y habremos convertido la dificultad en una oportunidad de crecimiento.
El centro Naim afronta el reto de un trabajo fecundo en tiempos de COVID-19

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